La madrugada del 8 de abril nos sorprendió con una tragedia nacional impactante, desoladora, de una magnitud nunca vista en nuestra nación. El colapso del techo de la discoteca más emblemática y legendaria del país: El Jet Set.
Desde que tengo uso de razón he escuchado de esta discoteca, pues la misma fue fundada en el 1973. Por su pista de baile y escenario ha transcurrido la vida de la alegría y la diversión de toda una generación de dominicanos y dominicanas que disfrutan la música en todos sus géneros y principalmente el mantenimiento vivo de nuestro merengue.
Al momento que escribo este artículo es jueves a las 9:00a.m y el reporte oficial emitido por el Centro de Operaciones de Emergencias (COE) nos dice que el número de personas fallecidas es de 218 sin contar los desaparecidos. Una cifra escalofriante, sin precedentes, que lacera al alma nacional.
Si vemos más allá de la cifra numérica y lo vemos como personas humanas con seres queridos a los cuales dejaron sin despedidas, con una vida por delante es un momento histórico insufrible para nuestro país. Un momento que nos marca profundamente. Nuestra parte humana es muchas veces incapaz de imaginar y sentir lo que esas personas, que fueron a pasar una noche de diversión, sintieron en ese segundo, en ese instante donde sus vidas se desplomaron quedando aplastadas.
No hay palabras suficientes para expresar lo que se siente en momentos tan desgarradores como los que está viviendo la sociedad dominicana. Familias que han perdido varios integrantes de un solo golpe, que perdieron amigos, amigas, conocidos. Personas que trabajaban en ese lugar, artistas como nuestro amado merenguero Rubby Pérez y su saxofonista Luis Emilio Solís Encarnación, deportistas como Octavio Dotel, mujer líder en su área como la gobernadora de Montecristi, Nelsy Cruz y un sinfín de personas de diferentes ámbitos de nuestro país.
Es una tragedia sin igual en nuestro país, la más grande a nivel de accidentes de este tipo luego de la ocurrida el 14 de agosto del 2023 en la explosión de San Cristóbal.
Duele ver durante todos estos días estas escenas rompe corazones, se siente el dolor en la brisa de abril, estos días tristes se sienten en el ambiente de nuestra amada tierra quisqueyana hasta con cielos nublados y densas temperaturas.
Es mucho lo que se piensa sobre cómo están las estructuras físicas de muchas instalaciones públicas y privadas. Todo lo que se puede prevenir y evitar si realmente se hicieran las supervisiones correspondientes en las estructuras y si se cumplieran las normativas y los protocolos consagrados para tales fines, temas que como país tendremos que resolver si asumimos una responsabilidad social y colectiva.
Mientras tanto duele, hemos perdido a muchas personas en un segundo, hemos perdido alegría como país y debemos vernos todos y todas, hayamos perdido directamente o no a un familiar, amigo, conocido ahí dentro porque en estos momentos todos y todas nos sentimos como parte de la piel, del corazón de lo que como nación somos o deberíamos ser como humanos y humanas. Permanecemos unidos y unidas en el dolor.
La autora es abogada y docente universitaria.