Cuando crece la maldad, el corazón humano se pervierte y su perversión es insaciable. Hoy, aparentemente la maldad amenaza con alojarse en nuestros corazones y ejercer su dominio.
El tiempo de cuaresma nos ofrece la oportunidad de volver al Señor con todo el corazón y con toda la vida. ¿Por qué nos alejamos del Señor? ¿Qué nos impide ser más perseverantes en el seguimiento al Maestro? El romano Pontífice, nos ofrece algunas causas, como la vivencia de un acontecimiento doloroso, que nos deja el corazón llagado y la mente embotada. Lo correcto es buscar el auxilio del Señor, pero al distraernos, vamos detrás de las voces de falsos profetas. ¿Qué formas asumen los falsos profetas?
Son como “encantadores de serpientes”, o sea, se aprovechan de las emociones humanas para esclavizar a las personas y llevarlas adonde ellos quieren. Hay quienes se dejan arrastrar por un placer momentáneo, al que se le confunde con felicidad. Cuántos viven encantados con la ilusión del dinero fácil, que los lleva a ser esclavos del lucro. Y cuántos caen en la autosuficiencia, y al final son presa de la soledad.
El papa Francisco, advierte sobre el peligro de una vida completamente virtual, en que las relaciones parecen más sencillas y rápidas pero que después resultan dramáticamente sin sentido. No es una sorpresa, desde siempre el demonio, que es mentiroso y padre de la mentira (Jn 8,44), presenta el mal como bien y lo falso como verdadero, para confundir el corazón del hombre.
Cada uno desde el silencio de la oración, está llamado a discernir y a examinar en su corazón si se siente amenazado por las mentiras de estos falsos profetas. Tenemos que aprender a no quedarnos en un nivel inmediato, superficial, sino a reconocer qué cosas son las que dejan en nuestro interior una huella buena y más duradera, porque vienen de Dios.
¿Qué enfría en nosotros la caridad? ¿Cuáles son las señales que nos indican que el amor corre el peligro de riesgo de apagarse en nosotros?
El santo Padre Francisco, sostiene que la avidez por el dinero apaga la caridad, pues es la raíz de todos los males (1Tm 6,10). Luego el rechazo de Dios, y por lo tanto en no buscar consuelo en él. Todo esto se transforma en violencia que se dirige contra aquellos que consideramos una amenaza para nuestras «certezas»: el niño por nacer, el anciano enfermo, así como el prójimo que no corresponde a nuestras expectativas.
También la creación es un testigo silencioso de este enfriamiento de la caridad: la tierra está envenenada a causa de los desechos arrojados por negligencia e interés. El amor se enfría con la acedia egoísta, el pesimismo estéril, la tentación de aislarse y de entablar continuas guerras fratricidas, la mentalidad mundana que induce a ocuparse solo de lo aparente, disminuyendo el entusiasmo misionero.
¿Qué hacer para vencer la maldad? La Cuaresma nos ofrece el dulce remedio de la oración, la limosna y el ayuno. Con la oración prolongada descubrimos las mentiras secretas con las cuales nos engañamos a nosotros mismos. El ejercicio de la limosna nos libera de la avidez y nos ayuda a descubrir que el otro es mi hermano: nunca lo que tengo es sólo mío. El ayuno, por último, debilita la violencia, nos desarma y constituye una importante ocasión para crecer. Que sea el fuego de la Pascua, que disipe la oscuridad de nuestros pecados, y que nuestros corazones vuelvan a arder de fe, esperanza y caridad.
Padre Felipe de Jesús Colón