Hoy está de moda hablar de propósitos, metas, planes y de múltiples recetas para mejorar la vida. Inclusive, las librerías están llenas de libros de autoayuda, especialmente de esos que buscan ofrecerles a las personas normas, principios, fundamentos y miles de cosas más, para encontrar el propósito en la vida. Y no es que estén mal del todo las reflexiones, ideas y pensamientos que expresan, porque todos andamos buscando el horizonte que nos indique el camino que necesitamos para ser felices y lograr alcanzar lo que necesitamos.
Sabemos que los proyectos guían nuestra vida, son la brújula de nuestro sendero. Quien sabe de dónde viene y hacia dónde va, tiene una ruta que seguir, unos pasos que dar, un proceso que llevar. Mientras que, quien vive de las emociones, de sus instintos, caprichos y deseos momentáneos, siempre estará perdido porque al no tener un plan, una ruta marcada, solo vivirá de la circunstancia que tenga influencia y determinación en su persona. Al principio, a lo mejor quien vive de esta manera la pasara “bien”, pero con los años, vendrán las preguntas, las facturas, la exigencia de la conciencia reclamando lo que se debió hacer y que no se hizo.
Para muchos, la distracción, la vida fácil, la envidia y el dejar morir la razón por la cual seguimos vivos, ha hecho que lentamente, muchas personas olviden sus propósitos, las ganas de vivir por vocación, o por querer dejar este mundo diferente al recibido. Han optado mejor porque seguir la corriente, como los peces muertos. Es decir, son seres humanos que dejaron morir la esperanza, el optimismo, y se secaron por dentro. Por eso no es de extrañar que estas personas vean todo gris.
Quien se asombre al observar cómo muchos de esta generación de jóvenes ya no tienen en sus ideales lograr un título universitario, cultivar sus dones y talentos, o ser mejores personas, debe ser ingenuo, porque esto es parte de la propaganda del mundo que, aparentemente, ha llegado a la conclusión, sin que la historia termine, de que lo importante es el ocio, la “paz” interior, pasarla bien a toda costa y no preocuparse de lo que pase a su alrededor. Pues, poco a poco se comienza a ver los dilemas, crisis y situaciones cotidianas como una patología y no como una realidad común en el desarrollo y en la convivencia de los seres humanos.
Propósito anulado, camino extraviado. Es precisamente lo que sucede y sucederá cuando se nos olvida que fuimos creados con un corazón y desde ya, eso significa que siempre hay que lograr encontrar hacia dónde queremos dirigir nuestros pasos. A lo mejor, el propósito se pierde por los desencantos de la vida, heridas, cicatrices, ilusiones no satisfechas y por el mundo creado en nuestra cabeza, que no coincide con el que nos encontramos afuera. Si, en ese 2 + 2 que no siempre son 4, sino otra cifra diferente. En resumidas cuentas, propósito encontrado, sentido de la vida controlado.