“Porque asimismo los que estamos en este tabernáculo gemimos con angustia; porque no quisiéramos ser desnudados, sino revestidos, para que lo mortal sea absorbido por la vida.” 2 Corintios 5:4
Un ejemplo palpable lo fue el apóstol Pablo quien fue llevado al tercer cielo y recibió de Dios misterios que nunca habían sido revelados a hombres mortales. Pablo al tener estas vivencias en el mundo espiritual tan real con el Señor, entendía muy bien lo que significaba el “gemido”, debido a que, él anhelaba con ansias el ser librado de su cuerpo terrenal, como bien sabemos que este cuerpo mortal está lleno de pecados, frustraciones, dolor, debilidades y cuantas cosas propias de lo mortal.
Por eso llega a la conclusión: “Porque para mí el vivir es Cristo, y el morir es ganancia. Más si el vivir en la carne resulta para mí en beneficio de la obra, no sé entonces qué escoger. Porque de ambas cosas estoy puesto en estrecho, teniendo deseo de partir y estar con Cristo, lo cual es muchísimo mejor;” Filipenses 1:21-23
Las escrituras nos muestran y confirman que hay una vida eterna, la plenitud de todo lo que Dios se propuso en Cristo darnos una vida eterna que disfrutaremos cuando todo llegue a su fin. Todos sabemos que el “propósito” de Dios con relación a la existencia celestial del creyente se cumplirá conforme a la soberanía de Dios establecido en su propósito eterno.
“Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados. Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos. Y a los que predestinó, a éstos también llamó; y a los que llamó, a éstos también justificó; y a los que justificó, a éstos también glorificó.” Romanos 8:28-30
“Todo lo que el Padre me da, vendrá a mí; y al que a mí viene, no le echo fuera. Porque he descendido del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió. Y esta es la voluntad del Padre, el que me envió: Que de todo lo que me diere, no pierda yo nada, sino que lo resucite en el día postrero. Y esta es la voluntad del que me ha enviado: Que todo aquel que ve al Hijo, y cree en él, tenga vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero. Ninguno puede venir a mí, si el Padre que me envió no le trajere; y yo le resucitaré en el día postrero.” Juan 6:37-40-44
Maricela Ortiz