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Enfermedades en el matrimonio

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De la misma manera que el cuerpo humano enferma, bien sea por enfermedad congénita o adquirida, así también el amor en el matrimonio puede enfermar. La enfermedad, según la Organización Mundial de la Salud (OMS), es definida como la alteración o desviación del estado fisiológico en una o varias partes del cuerpo, por causas generalmente conocidas, manifestado por signos característicos, y cuya evolución es más o menos previsible.

Lo grave no es que enferme el amor en la vida conyugal, sino que la pareja, no ponga el remedio a tiempo, para curar, lo que en ese momento está afectando el matrimonio. El amor crece en una vida conyugal saludable.

Las enfermedades en el amor, son múltiples, por lo que me detendré en algunas. La primera enfermedad es el virus de la incomunicación. Este si no se atiende produce un desequilibrio emocional. Al descuidar la comunicación en asuntos vitales, se pone freno a la corriente sanguínea, no fluye la palabra oportuna, el gesto amable, la ayuda recíproca. Viven juntos, pero son una especie de un país dividido en dos: Norte y Sur. La segunda enfermedad es la bacteria de los celos, el temor a quedar solo en la vida. Al escasear la comunicación, surge la inseguridad. No se pregunta de buena manera, sino que se exige explicación de todo y de inmediato. Él le dice a ella: ¿Quién es ese tipo? Ella responde: “un amigo de infancia, cariño”. Continúa la agria discusión. Se pierde la paz en el hogar. Las palabras hirientes, los reclamos desmedidos son el plato de cada día.

La tercera enfermedad es el cáncer del hastío. La insatisfacción de no haber mejorado la relación conyugal. Ciertamente cuando el corazón deja de latir por su otra mitad, entonces buscará apoyo emocional. El ser humano de por sí, es un ser insatisfecho, y su vacío exis­tencial lo llenará, o de agua saludable, o de agua contaminada. El trastorno facticio de las mentiras sucesivas -cuarta enfermedad-, es el resultado de un amor ya enfermo. No hay sinceridad. Se ha perdido la con­fianza. El amor enfermo los ha dejado inmovilizados. No buscaron ayuda ni espiritual ni psicológica.

La quinta enfermedad es, alzhéimer espiritual, es decir olvidarse de Dios. La pareja de esposos que rezaban todos los días, que eran muy activos en la Iglesia, que no faltaban a misa, ahora, la ausencia de Dios en sus vidas y la de los hijos, ha provocado una “anemia espiritual” inesperada. Se marchó la alegría y la paz por la ventana, y entró por la puerta grande, el demonio de la angustia, de la guerra verbal, del desorden y del trastorno psicológico. Cuando se deja invadir la oscuridad del demonio, las consecuencias son fatales.

Quien iba a pensar que aquel matrimonio que juraron amor eterno, ahora padece del trastorno del déficit de la atención -sexta enfermedad-, no hay detalles con la pareja, no fluye la corriente sanguínea de la sonrisa. Ese déficit de atención provoca que el amor entre en un estado de agonía acelerada, y surge faltamente, lo que más que una enfermedad, tristemente produce una herida mortal: la infidelidad tanto mental como corporal. Aquí se pierde la belleza del amor y del matrimonio. Es probable que la hemorragia de la infidelidad produzca una infección que induzca a que el amor muera.

A seguidas la séptima enfermedad, la manipulación, el corazón se ha atrofiado. En su estructura psicológica solo piensa en buscar ventajas, ya no ama a su pareja con la intensidad de antes, ahora le hace creer a su pareja que le ama y le es fiel, pero no es así. Busca excusas para escapar de la casa matrimo­nial.

El matrimonio está llamado a vivir la castidad conyugal. La comunicación y el cultivo de una vida espiritual, son actitudes que ayudan a que el amor crezca salu­dable, fuerte y robusto.

Hemos de orar por los matrimonios que han procurado ser testigo del amor de Dios en todos los espacios humanos, y recemos también, por aquellas parejas donde el “amor ha enfermado aceleradamente” y por eso se encuentran en una sala de “cuidados intensivos”.