En el camino que debemos cada día trillar para poder convertir la realidad en una experiencia conveniente, aceptada y de aprendizaje para nuestra conciencia, muchas veces, nos encontramos con una inquietud mental y sobre todo espiritual. Esa inquietud marca en determinados momentos el siguiente paso a seguir en esta existencia que nos ha tocado vivir.
Esa inquietud subconsciente radica en el hecho de querer saber. ¿Qué somos? ¿De dónde venimos? y ¿Hacia dónde vamos?
A medida que pasa el tiempo, a medida que crecemos en espíritu y conciencia nos encontramos de frente con la respuesta que ha estado desde siempre en nosotros.
Esa respuesta es que, somos seres de luz, que venimos de la Luz y vamos hacia la Luz porque nuestro Padre celestial en su concepción universal de criaturas semejantes a El nos concibió y creó como seres iluminados en su amor y en su esencia.
El creador de todos los tiempos mucho antes de que el mundo fuera lo que es, desde la nada nos regaló el don de la iluminación del espíritu, nos prometió la eternidad de su presencia para vivir siempre en el Castillo Dorado de su propio corazón.
A pesar de que en los momentos actuales el mundo, la humanidad está atravesando por situaciones difíciles donde las influencias y energías negativas están presentes en nuestro diario vivir amenazándonos constantemente con sus garras de poder, violencia, atropellos, desaliento, maltratos, discriminaciones nunca debemos dejarnos arropar por sus oscuridades porque el Padre celestial, el cristo morador en nuestro corazón y en nuestro ser eterno es pura energía amorosa, positiva, protectora, es pura presencia divina y eso mismo somos las criaturas que creó, somos divinidad, somos amor y tenemos su protección y fortaleza para vencer el mal y las tinieblas.
No importa lo que en determinado momento de nuestra existencia actual estemos o hayamos pasado nunca estamos ni hemos estado solos, nuestro Padre-Madre siempre ha estado a nuestro lado envolviéndonos en su manto y arrullándonos con su abrazo.
Dejemos atrás los viejos esquemas de nuestra mente y comprendamos de una vez y por todas que somos parte de un todo y dentro de esa totalidad lo más importante es saber que todos y todas somos seres espirituales embriagados de la luz y del amor de la creación divina moradora en nuestros corazones.
Josefina Almánzar
La autora es abogada y docente universitaria.