Se aproxima la Navidad, la celebración gozosa del nacimiento de Jesucristo. El acontecimiento histórico que ha marcado un antes y un después en la dirección de nuestra humanidad. Pues, con la Navidad se renueva la esperanza, la vida, y tenemos presente el plan salvífico que ha tenido Dios con el hombre desde el principio de la Creación. Por esta razón, este tiempo es oportuno para dar gracias, para reconocer el gesto de amor que ha tenido el Todopoderoso con nosotros y lo dichoso que somos al ver como Dios sale en nuestro encuentro.
Ahora bien, mientras por un lado tenemos la conmemoración de la llegada del niño Jeús, por el otro, no podemos negar que vivimos en una cultura de muerte, en una sociedad donde el aborto es promovido en los espacios públicos y privados.
Estamos caminando en un planeta donde se le pierde el amor a la vida y se vive apegado a lo tecnológico. Por eso, la Navidad se encuentra en una encrucijada, porque el contexto presente poco a poco ofrece un ambiente para todo, menos para que nazca el salvador del mundo.
Nos encontramos en esta realidad: nacimiento cristiano versus relativización de la moralidad. Es como si el mundo deseara iniciar desde cero, pero sabiendo que existe toda una historia que supera nuestro pensamiento y nuestra capacidad actual.
Que, de cierta forma, es un atrevimiento de la concepción moderna pretender borrar por completo el pasado, por considerarlo malo o porque no está a la moda en la actualidad, para comenzar con una propuesta emocional, sentimental e inclusive hasta caprichosa, y todo con el propósito de satisfacer ideas surgidas instintivamente.
A lo mejor, lentamente lo que ha sucedido es que hemos ido cambiando el nacimiento de Jesús por los bombillitos navideños, fiestas culturales; centramos toda la atención en acciones superfluas, que aunque la consideremos necesarias, no son esenciales, como por ejemplo: comprar ropa nueva, pintar la casa, cambiar los muebles. En fin, quitamos a Jesucristo, y colocamos realidades pasajeras para sentirnos más cómodos con nosotros mismos. Además, hoy por hoy se vive de la farándula, de las visitas en YouTube y de las plataformas digitales.Ya Jesús no llama a la atención, sino que hemos centrado la atención en personajes de TikTok.
Sin embargo, dicen que la esperanza es lo último que se pierde. De aquí que, quizás exista la posibilidad de que dejen nacer a Jesús, que permitan que siga naciendo en los corazones de aquellos que todavía creen en Dios y reconocen que, aunque su nacimiento no esté a la moda, Jesús es un estilo de vida, es quien le da sentido a todo lo creado. Por tanto, posiblemente lo dejemos nacer y volvamos a recuperar lo que se perdió del ayer.
Tal vez le demos la oportunidad de conocerlo mejor y descubrir que su amor es tan profundo y lleno de sentido que no es necesario que aparezca en las redes o tenga alguna habilidad llamativa para ponerle atención. Porque sabemos que, con él hay esperanza, pero sin él, tenemos un futuro que no se ve.