Se escucha aquí y allá, que vocación al sacerdocio, ha disminuido drásticamente. Muchos son los factores que han incidido, para que hoy la Iglesia Católica experimente la crisis de vocaciones sacerdotales a escala mundial. Veamos primero que nos dicen algunos documentos de la Iglesia sobre el sacramento del Orden sacerdotal, y luego que acontece hoy en la familia, tesoro de la humanidad.
El decreto Presbyterorum Ordinis, del Vaticano II, que trata sobre el ministerio y la vida de los presbíteros, nos viene a decir, en el numeral 4: “El Pueblo de Dios se reúne, ante todo, por la palabra de Dios vivo, que con todo derecho hay que esperar de la boca de los sacerdotes. Pues como nadie puede salvarse, si antes no cree, los presbíteros, como cooperadores de los obispos, tienen como obligación principal el anunciar a todos el Evangelio de Cristo, para constituir e incrementar el Pueblo de Dios, cumpliendo el mandato del Señor: ‘Id por todo el mundo y predicar el Evangelio a toda criatura’ (Mc., 16, 15)”.
El sacerdote no se busca así mismo. El fin que buscan los presbíteros con su ministerio y con su vida es el procurar la gloria de Dios Padre en Cristo (Cf P.O. 2).
El ministerio ordenado o sacerdocio ministerial (LG 10) está al servicio del sacerdocio bautismal. Garantiza que, en los sacramentos, sea Cristo quien actúa por el Espíritu Santo en favor de la Iglesia. (Catecismo #1120).
Y finalmente cito el Código de Derecho Canónico: El párroco es el pastor propio de la parroquia que se le confía, y ejerce la cura pastoral de la comunidad que le está encomendada bajo la autoridad del Obispo diocesano en cuyo ministerio de Cristo ha sido llamado a participar, para que en esa misma comunidad cumpla las funciones de enseñar, santificar y regir, con la cooperación también de otros presbíteros o diáconos, y con la ayuda de fieles laicos, conforme a la norma del derecho (C.519).
El sacerdote, no desciende del cielo, sino que sale del seno de una familia y de una comunidad cristiana, allí el adolescente o el joven ejercita la comunión con Dios, y fruto de una vivencia de la fe, en la oración, la eucaristía y el apostolado, descubre la llamada al sacerdocio. La carta a los Hebreos corrobora lo dicho anteriormente: “Los presbíteros, tomados de entre los hombres y constituidos en favor de los mismos en las cosas que miran a Dios para ofrecer ofrendas y sacrificios por los pecados (Cf. 5,1).
La familia, mas que antes esta siendo bombardeada por diferentes fenómenos culturales, corrientes de pensamientos e ideologías, que poco a poco han ido influyendo y lacerando el tejido familiar. Hoy en día un matrimonio tiene menos hijos. El número de divorcios es cada vez mas creciente. El niño crece carentes de afectividad, no será nada fácil que se plantee la posibilidad de sentirse llamado al sacerdocio que implica vivir el carisma del celibato. La Pastoral Juvenil, que es la acción del pastor con los jóvenes, se ha debilitado en muchas parroquias y comunidades. A esto se suma también que, los que estamos ejerciendo el ministerio sacerdotal, no hemos dado testimonio. El escándalo nunca suma, sino que resta. Al joven le suena más la música del mundo que la música de la Iglesia. El Espíritu Santo nos guiará para que el joven de esta generación diga sí con alegría al sacerdocio.