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Es tarea de todos trabajar sin descanso por una cultura de paz

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¿En qué consiste el trabajo por una cultura de paz?

Consiste en promover una serie de valores, actitudes y comportamientos, que rechazan la violencia y previenen los conflictos.

Se trata de solucionar los problemas mediante el diálogo y la negociación de la obligación entre las personas y las naciones, teniendo en cuenta un punto muy importante que son los derechos que deben ser respetados e incluidos en los Tratados.

En el año 1999 la Organización de las Naciones Unidas (ONU), le dio categoría de Resolución en el quincuagésimo período de sesiones, a este compromiso de trabajar sin desmayar por una cultura de paz.

Un año después en el 2000 salió el Manifiesto por una Cultura de Paz y sin Violencia, que fue adoptado mediante la Resolución 53/243, donde se define la paz no sólo como la ausencia de guerras y conflictos, sino también como un proceso destinado a la solución de conflictos.

En la  sociedad dominicana estamos en un momento muy delicado en cuanto a la promoción de una cultura de paz.

Estamos en una sociedad donde hace años que lo anormal se ha convertido en norma.

En nuestro medio parece que la violencia es la norma desde instancias como la Policía, que no existiendo aquí la pena de muerte ejecuta a muchos ciudadanos aún después de apresados.

Se ha convertido en norma la anormalidad del uso de un lenguaje de violencia  inapropiado en medios de comunicación como la Radio, la Televisión y las Redes Sociales, donde se difunden videos de violencia y escenas de derramamientos de sangre y hasta peleas entre maestros y alumnos.

En este sentido nos preguntamos: ¿Dónde está la Comisión de Espectáculos  Públicos? ¿Fue que desapareció? ¿Por qué no ejerce su rol de reducir las normas vigentes de un mínimo de respeto por el derecho de los ciudadanos a un mínimo de respeto y compromiso ético con las buenas  costumbres y un mínimo de ética y moral pública?

Humildemente creo que hemos caído en la doble falta por comisión y por omisión de parte de nuestras autoridades de establecer un mínimo de supervisión y control de todas las acciones que promueven la violencia como si fuera la norma de vida.

Hay que enviar un mensaje claro y preciso de que lo anormal no puede seguir siendo la norma.