La piedra, símbolo de permanencia en el tiempo, de fuerza y de seguridad, ha sido utilizada por muchas culturas a lo largo de la historia para remarcar lugares de importancia. En las tradiciones budista y taoísta se hacen acumulaciones de piedra efímeras para representar un equilibrio. En los últimos años se ha podido observar que la creación de estos túmulos se ha vuelto una moda en distintos sitios turísticos e incluso, en algunos lugares, ya se prohíben este tipo de expresiones por el daño ecológico que implican.
Estos túmulos de piedra, más allá de ser una simple moda efímera para algunos, son un símbolo de la expresión humana hacia el lugar. En la biblia podemos encontrar cómo es que la dedicación a algunos lugares se sella con la conmemoración de una piedra. El libro del Génesis nos relata el sueño de Jacob, dónde recibe la promesa y bendición de Dios sobre su descendencia. Al despertar del sueño, Jacob dijo: «¡Verdaderamente el Señor está en este lugar, y yo no lo sabía!» Tomó la piedra que había usado como almohada y la erigió como piedra conmemorativa, derramando aceite sobre ella y llamando al sitio Betel que se traduce como «casa de Dios» (Gn.28:10-22).
También Josué al establecer la alianza de Siquém, tomó una piedra y la erigió al pie del encino en el Santuario de Dios como un testigo inamovible de la alianza con Dios: «Josué dijo a todo el pueblo: Miren esta piedra, ella será un testigo contra nosotros, porque ha escuchado todas las palabras que nos ha dirigido el Señor; y será un testigo contra ustedes, para que no renieguen de su Dios» (Jos. 24:25-27).
En Magdala, los caminos adaptados para el paso de los turistas y de los peregrinos están recubiertos de grava, que son estas pequeñas piedras blancas o negras colocadas sobre los pisos arqueológicos, con el fin de proteger el sitio y permitir el acceso a los visitantes.
Algunas veces hemos podido observar cómo es que los visitantes tiran estas pequeñas piedras de grava dentro del sitio; en ocasiones lo hacen para conocer la profundidad de los baños rituales, o tal vez algunos lo hagan obedeciendo conductas involuntarias y/o una conducta reflejo. Sin embargo, muchas veces, caminando el sitio, hemos podido observar «esa pequeña piedrecilla» colocada de forma intencional, en un sitio sin relación alguna con el recorrido turístico, sin algún sentido lógico (como conocer la profundidad de la excavación), y sin ser una respuesta reflejo o de imitación a otros visitantes. Esa piedrecilla, no se trata de una moda turística; «esa piedrecilla» es una piedra conmemorativa, una piedra como la de Josué o como la de Jacob. Esa piedra es un pensamiento, una alianza, un agradecimiento, una oración.
Querido peregrino: si alguna vez te preguntaste si estas acciones perduran, o si tu intención es perceptible; sí, tus acciones sí perduran, tus intenciones sí se perciben, aunque sea a través de una pequeña piedra. Nosotros, la familia de Magdala lo vemos, lo sabemos y abrazamos tus intenciones. Gracias por tu visita, gracias por dejar tu pequeña piedra.