Desde que supimos la noticia de la partida al cielo, el pasado sábado 22 de enero, del muy querido Monseñor Agripino Antonio Núñez Collado, todos hemos sentido su desaparición física de este mundo, pero tal como reza uno de los prefacios de los fieles difuntos: “para quienes creemos en ti, Señor, la vida se transforma, no se acaba; y disuelta nuestra morada terrenal, se nos prepara una mansión eterna en el cielo”.
Monseñor Agripino, nació el 9 de noviembre de 1933, en Sabana Iglesia, provincia de Santiago de los Caballeros. Ordenado sacerdote el 19 de marzo de 1959 en Zamora, España. Antes de ser designado rector, de la Universidad Católica Madre y Maestra, fungió de profesor y vicerrector (1962-1970). Realizó estudios de Filosofía, Teología y Administración.
Dedicó y aportó más de cuatro décadas al mundo universitario, y sirvió de mediador en los momentos de conflictos sociales, fomentando la cultura del diálogo y la concertación social, a través del “Diálogo Tripartito” se logró un nuevo Código de Trabajo, que fue promulgado en el año de 1992. Contribuyó también a la reforma al sistema electoral, y los códigos arancelario y tributario.
Ante el deceso de Monseñor Agripino, algunos pensarán quién podrá sustituirlo cuando de nuevo se presenten conflictos sociales en la República Dominicana, en ese tenor, la homilía de Monseñor Freddy Bretón, arrojó una propuesta digna de reflexión, en la que un servidor también se suma, el prelado externó: “Considero que el mejor homenaje que podemos ofrecer es madurar, que la ciudadanía y especialmente la clase política alcance la estatura suficiente, el nivel de civilidad que nos permita realizar nuestros procesos personales y sociales de forma civilizada, respetuosa”.
En el panegírico a Monseñor Agripino, el Ingeniero Manuel Estrella, egresado de la PUCMM, destacaba, que además de cura párroco y de mediador, su gran obra fue precisamente la Pontificia Universidad madre y Maestra, trabajó de sol a sol, de luna a luna, obsesionado con la misión autoimpuesta de hacer el mejor centro de estudios superiores de la República Dominicana. Mostro un corazón sensible y solidarios cuando desarrolló un plan social del Crédito Educativo, que permitió que los más pobres pudieran tener acceso a la mejor educación.
Es admirable que Monseñor Núñez Collado no aspirara a reconocimientos ni glorias, de ahí que rechazara el doctorado “Honoris Causa” que en su momento le ofrecieran la Junta de Directores de la PUCMM, alegando que no había trabajado para buscar reconocimientos.
Merece loable reconocimiento que su patrimonio, todo lo que pudo haber ahorrado en vida, lo haya dejado, bajo acta notarial, a la “Fundación Polanco Brito”, para uso exclusivo del Programa de Crédito Educativo”.
Según el testimonio de su hermano Juan Núñez, media hora antes de cerrar los ojos a esta vida, le recordó la oración de Jesús en el Huerto de los Olivos: “Padre, si es posible que pase de mí esta prueba, pero que no se haga mi voluntad, sino la tuya”. Y luego la repitió.
Agradecemos al Señor los 88 años de vida que le concedió a Monseñor Agripino, todo lo que aportó siendo instrumento genuino para el desarrollo de la región del Cibao y del país. ¡Que en paz descanse en los brazos misericordiosos del Señor!
El autor es, párroco de la Parroquia Jesús Maestro