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Tres frutos de la paz

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Paolo VI, llegó a decir, que tres virtudes ayudan siempre a vivir un camino de paz la sinceridad, la justicia, y el amor.

Ante este mundo concreto resuena la palabra de Jesucristo: «Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque serán llamados hijos de Dios» (Mt 5,9). Esta bienaventuranza nos dice que la paz es don de Dios y tarea humana. Y nos lleva a repensar la condición humana, a reinventar el diálogo, a redescubrir la dignidad de la conciencia y a superar la dictadura del relativismo.

Sin embargo, ahí está la vocación de la humanidad hacia la paz. “El deseo de paz es una aspiración esencial de cada hombre, y coincide en cierto modo con el deseo de una vida humana plena, feliz y lograda”. Ese deseo es diseño de Dios sobre el hombre y principio ético inesquivable.

La sinceridad es fruto de la paz. Es que transitar por los caminos oscuros de la hipocresía lleva al caos, a  la desconfianza, a un inevitable distanciamiento emocional, y forzosamente corporal, donde el saludo se evade por convicción.

La justicia, se define como dar a cada uno lo que corresponde por derecho natural, por ley,  o por acuerdos entre las partes. Cuando brazo egoísta de la injusticia penetra con su fuerza, socava la paz, y desde que se asome al cuerpo social y comunitario hemos de enfrentarlos, antes que el daño sea peor.

El amor se opone  a la indiferencia, y a propósito, el papa Francisco cita tres manifestaciones de indiferencia que adquiriendo el fenómeno de la “globalización de la indiferencia”. La primera forma de indiferencia en la sociedad humana es la indiferencia ante Dios, de la cual brota también la indiferencia ante el prójimo y ante lo creado. El hombre piensa ser el autor de sí mismo, de la propia vida y de la sociedad; se siente autosuficiente; busca no sólo reemplazar a Dios, sino prescindir completamente de él. Por consiguiente, cree que no debe nada a nadie, excepto a sí mismo, y pretende tener sólo derechos. La destrucción del ambiente, son a menudo fruto de la indiferencia del hombre respecto a los demás, porque todo está relacionado. Como también el comportamiento del hombre con los animales influye sobre sus relaciones con los demás. La indiferencia provoca sobre todo cerrazón y distanciamiento, y termina de este modo contribuyendo a la falta de paz con Dios, con el prójimo y con la creación. Abordo el tema de la corrupción, diciendo: “Esto se vuelve todavía más irritante si los excluidos ven crecer ese cáncer social que es la corrupción profundamente arraigada en muchos países —en sus gobiernos, empresarios e instituciones—, cualquiera que sea la ideología política de los gobernantes. El papa invita a pasar de la indiferencia a la misericordia, nos urge una conversión sincera, para crear relaciones de hermandad, solidaridad, justicia  y respeto mutuo.

Felipe de Js. Colón

El autor es, Juez del Tribunal Eclesiástico