El empleo de la tecnología de Internet, con los correos electrónicos, las redes sociales y demás aplicaciones cibernéticas, incide en la práctica religiosa, demostrando inigualable liderazgo de trascendencia global, ensanchando su radio de acción, llegando a mayor cantidad de personas, necesitadas de recibir orientaciones formativas de humanismo cristiano, ético y moral, fundamentado en la Biblia; con el propósito de aumentar la fe en Dios, como supremo creador de todo cuando excite, aquí en la tierra, como en el cielo.
La Era Digital, justificada en la interconectividad de sus comodines cibernéticos, el Internet de las Cosas y las Telecomunicaciones, posibilita el que por ejemplo; las celebraciones eucarísticas estén llegando a una gran población local, regional, nacional e internacional; rompiendo fronteras y estrechando distancias; haciendo que la idea de lo virtual, se convierta en la aliada de la comunicación en línea, penetrando a la receptividad de los hogares, convirtiendo el escenario familiar, en un templo donde se recibe la buena nueva del Cristo resucitado, como esperanza de vida eterna, en medio de las iniquidades humanas.
Lo afirmado, destruye el viejo paradigma religioso, que un tanto, hasta llegaba a reprochar a quienes utilizaban las computadoras y teléfonos portátiles o celulares inteligentes; pero con lo que está sucediendo en el mundo, la lógica de esa razón informativa/comunicacional, se ha convertido en un “templo” de vida y esperanza; tomando de referencia el decir popular, justificando lo que se está planteando para que quede claro, quiérase o no, que la población mundial depende en gran medida, de la interconectividad cibernética.
La reflexión religiosa científica, aplicada al conocimiento de neuropsicología, puede que esté incidiendo en el pensar de predicadores y feligreses, en que el fenómeno tecnológico de Internet, ante la situación de Pandemia global, producto del COVID-19; se esté convirtiendo en el aliado fiel, para poder combatir a ese enemigo invisible, que si no fuera por lo que se está argumentando, ya gran parte de la humanidad hubiera fallecido; porque la vieja teoría religiosa de satanizar el incursionar en el estratégico paradigma de lo cibernético en línea, se desmorona, dando paso a la realidad de convivencia en la sociedad inteligente o de la información global.
La realidad de lo que está pasando es, que el estilo de vida está cambiando de manera rápida/acelerada y lo que antes parecía ridículo y hasta inaceptable, hoy se asume como medida de convivencia humana de primer orden. Tal es el caso de las mascarillas, que se han convertido en prenda de vestir imprescindible, hasta podrían considerarse como preciosas, por ser colocadas en la cara de las personas; para poder salir de la casa, predominando la conceptualización de: “Distanciamiento Social”; con lo que toma fuerza la sentencia popular: “Juntos pero no emburujados”.
Las reuniones, las misas, los cumpleaños, los eventos deportivos de multitudes, las conglomeraciones humanas; corren el riesgo de ser actividades del pasado, con lo que se estaría pronosticando la inclusión en los diccionarios históricos de todos los idiomas, el componente de comunicación escrita y hablada de: “Un antes y un después del COVID-19”; sin comparar esto con el de: “Un antes y un después de Jesucristo”. La diferencia sería, que la primera equivale a muerte y la segunda redime, libera y santifica el convivir de las personas, originando salud y limpieza de cuerpo y alma; con la esperanza de lograr la eterna gloria del Supremo Dios Padre, vencedor de las enfermedades, de los virus, del pecado y la destrucción de la materia/cuerpo/físico; trascendiendo lo metafísico/sobrenatural, porque Él fundamentó todo cuanto existe, bajo la sentencia de: “Nacer, crecer y multiplicarse”; teniendo fe en la redención de su divinidad.
Pascual Ramos.