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30 de mayo: 58 años después

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Un día como ayer, 30 de mayo del 1961, el pueblo dominicano, se liberó de uno de los más siniestros, crueles y sátrapas dictadores de la región del Caribe, el tirano: Rafael Leonidas Trujillo Molina.

Han pasado 58 años de ese día inolvidable en que el pueblo dominicano vio por primera vez, después de esa larga y tenebrosa noche de la cruel y vil dictadura, la luz de un nuevo día. Respiro profundo y lanzo un grito de libertad que estremeciera las entrañas de la tierra.

Esa noche el pueblo lloró, pero esta vez no eran lágrimas de sangre, de dolor, impotencia e indignación, las que corrían por el rostro de la patria. Eran lágrimas de sanación, limpieza, pero sobre todo de esperanzas. Esperanzas que se han visto truncadas al pasar del tiempo pero que en ese momento parecían realizables y muy deseadas.

58 años de la fecha en que el pueblo decidió abrir las puertas de la decisión y de la valentía para enfrentar de una vez y por todas al tirano.

58 años de luchas constantes y continuas para que los derechos de nuestros ciudadanos y ciudadanas sean reconocidos y valorados por nuestros gobernantes.

58 años de batallas cotidianas por tratar de tener una sociedad donde la justicia social, la equidad, la igualdad dejen de ser simples conceptos y se conviertan en realidades palpables por la ciudadanía.

Siempre me he preguntado qué dirían sobre nuestro país hoy esos hombres y mujeres que, durante todo ese régimen de opresión, odio, violencia, humillaciones humanas, dieron lo más preciado que tiene un ser humano: su vida, por sus ideales, por lo que ellos y ellas consideraron que valía la pena. Por nuestra libertad, por nuestra dignidad como pueblo.

58 años después, ¿qué sentirían al ver en lo que como sociedad nos hemos transformado?

¿Cómo la ambición desenfrenada, el consumismo, el individualismo, la delincuencia ha penetrado de tal manera a nuestra sociedad que nos ha devaluados como seres humanos?

¿Cómo reaccionarían ante la corrupción de los gobiernos que después de la dictadura nos han dirigido sin haber resuelto los problemas básicos de educación, salud, alimentación y vivienda? O ante la repartición del dinero del pueblo como un pastel cualquiera mientras ese pueblo padece de toda clase de miseria.

¿Qué sentiría al ver que todavía hay muchos esbirros del régimen que andan por nuestras calles gozando de impunidad y haciendo lo posible por mantener vivo el Trujillismo, confundiendo a las presentes generaciones, contándoles la historia equivocada?

Me he preguntado tanto ¿qué hubiese sido de nosotros, ¿cómo hubiésemos sido si el tirano no hubiese arrasado con esa generación?

Me he preguntado si con lo que somos ahora, 58 años después, habrá valido la pena el sacrificio de un pueblo, de una generación que entregó todo por amor a su patria y a sus ideales.

Buscando respuestas me encontré con la obra:  Yo Soy Minerva, de la autora Mu-Kien Adriana Sang Ben, quien en su parte final nos dice, como si lo hubiese dicho Minerva Mirabal, una de las mujeres asesinadas por el sátrapa y que representa a esa valiosa generación perdida: “Todo absolutamente todo ha valido la pena.  Valió la pena morir, hemos ganado libertad. Valió la pena el sacrificio, a pesar de los tropiezos, el mundo sigue su curso, se ha transformado, necesita sin embargo de nuevos cambios y de justicia, más justicia. Valió la pena llorar, muchos encontraron alegría.  Pero las lágrimas no se han detenido en el mundo. Creo que sí, que vale la pena. Tal vez debieron dejarnos más tiempo para luchar…”

58 años después hemos vuelto a las calles a reclamar el fin de la corrupción administrativa y de la impunidad heredada también de ese régimen y perpetuada por sus sucesores. Ahora tenemos a las redes sociales como nuestras aliadas para denunciar al instante los atropellos, los abusos de poder en contra de la ciudadanía. Ahora estamos más despiertos y decididos, aunque nos quieran ignorar porque como también decía Minerva Mirabal: “Nadie puede desconocer la fuerza del pueblo. Todo el que la desconozca fracasará”.

58 años después, aquí estamos, diciéndole a los corruptos, a los tiranos, a los que no quieren que cuenten la historia con sus hechos reales, a los que quieren mantener la memoria del sátrapa viva en detrimento de nuestros héroes y heroínas que no podrán vencernos porque ellos y ellas ya cumplieron su misión, hicieron lo que les correspondía hacer. Ahora es nuestro tiempo, nuestro momento y seguiremos luchando, exigiendo, demandando, hasta lograr tener la democracia que ha quedado en nuestra historia como una asignatura pendiente.

30 de mayo, 58 años después sigue siendo un buen momento para celebrar la caída del tirano Rafael Leónidas Trujillo Molina.

La autora es abogada y docente universitaria.

Escrito por Josefina Almanzar.